La planeación territorial y la emergencia de intelectuales orgánicos
Este es un artÃculo de opinión y por
tanto las afirmaciones hechas aquà deben ser tomadas como si fueran
hipótesis. Solo una investigación más estructurada podrÃa darnos algún
soporte cientÃfico para llegar a unas conclusiones más contundentes. Sin
embargo, quiero hacer uso de mi derecho de expresión sobre todo por
estar inmerso en el mundo académico y en particular de la economÃa
urbana y el interés que siempre he sentido por reflexionar sobre la
participación en la planeación territorial.
Hecha la anterior advertencia, quiero compartir una
serie de reflexiones que surgen a partir de la lectura de Gramsci y sus
conceptos de revolución pasiva, hegemonÃa e intelectual orgánico. Para
ello invito al lector a considerar en primer lugar la planeación
territorial como una actividad donde tiene lugar un conflicto entre las
diferentes facciones que componen las clases dominantes de Colombia. Con
la constitución de 1991 y la posibilidad de introducir mecanismos de
participación comunitaria, las expectativas por dar voz al resto de la
sociedad, permitÃan albergar esperanzas por una construcción del futuro
más pluralista. Hoy por hoy, los escándalos de corrupción y la pobreza
generalizada en gran parte del territorio, nos llevan a preguntar si
finalmente esas buenas intenciones fueron en realidad una estrategia de
las elites para seguir ejerciendo su hegemonÃa.
La revolución pasiva
La revolución pasiva es un término
empleado por Gramsci para designar el proceso por el cual tiene lugar
una reorganización constante del poder del Estado -en su relación con
las clases dominadas- para preservar la hegemonÃa que ejerce la clase
dominante y excluir a las masas de la posible influencia que puedan
alcanzar sobre las instituciones económicas y polÃticas.
El uso de la fuerza represiva por parte del Estado, para
preservar el poder, tiene que complementarse con la función educadora,
que lleve a la construcción de determinados consensos transversales a
toda la sociedad. Tenemos entonces un Estado que castiga, que educa, que
racionaliza nuestras conductas y por tanto construye un sentido común
donde los intereses antagónicos desaparecen para dar una imagen de
unidad donde los explotados terminan defendiendo los intereses de sus
explotadores.
Sin embargo –nos recuerda este autor-
las clases dominantes están dividas en grupos más pequeños. Algunos
tienen un liderazgo moral e intelectual y por ende generan una visión
del mundo que se impone al resto, sin la necesidad del uso de la fuerza.
La dominación ideológica es llevada a través de la escuela, de los
medios de comunicación, la cultura y a través de polÃticas reformistas.
Es asà como se ejerce la hegemonÃa, es asà como se impone una ideologÃa.
¿Planificación participativa para qué?
A partir de esa lectura del estado y
de cómo las clases dominantes imponen una ideologÃa y ejercen su
hegemonÃa, nos podemos preguntar si finalmente los esfuerzos por abrir
la participación al resto de la sociedad, terminaron convirtiéndose en
una estrategia para preservar el control de los territorios y sus
recursos.
La tensión entre las elites regionales
y el gobierno central, evidencia esa fractura que existe al interior de
los grupos que dominan el paÃs. El ascenso de los nuevos ricos que se
han beneficiado de las ganancias que deja el comercio de la droga y las
viejas familias que ejercen el gamonalismo y el clientelismo a nivel
regional se enfrentan a los grupos que tienen su sede en la capital.
La constitución de 1991 permitió que la voz de las
comunidades -excluida de los pactos que tenÃan lugar a puerta cerrada-
fuera incluida con el propósito, de alcanzar consensos democráticos
sobre el futuro regional y urbano. Sin embargo, la participación se ha
limitado a una simple validación del libreto que ya trae el estado. Un
libreto elaborado y reelaborado por las mismas elites que siguen
disputándose el poder y la hegemonÃa y que ahora deben batirse en una
arena que es más pública pero no necesariamente más participativa.
En ese juego de intereses, cada
fracción trata de hacer prevalecer sus discursos y de convencer a las
comunidades de apoyarlas: En ese sentido la función educadora de los
partidos polÃticos y de organizaciones comunitarias, algunas de ellas
con apoyo de ONG se ponen a prueba en cada escenario abierto por el
estado. La idea es convencer a los demás que el interés particular puede
ser el interés general y que su defensa conllevará los beneficios al
conjunto de la sociedad.
Ahora bien, la estrategia empleada
para conseguir ese objetivo ha sido la cooptación de los pequeños brotes
de ejercicio ciudadano y de manera particular de los liderazgos
comunitarios. No significa que todos esos lÃderes hayan sido ingenuos,
pues existÃan ya bases para que desde las comunidades la respuesta fuese
positiva al coqueteo de la corrupción y del favorecimiento personal, a
partir de ese rol que se ejercÃa a favor de terceros. Pero teniendo en
cuenta que, para otros la expectativa de la planeación participativa
aparecÃa como una posibilidad para democratizar la sociedad, como un
campo de lucha polÃtica, es necesario dar cuenta también de aquellos que
aceptaron el reto de entrar al estado y de los retos que han enfrentado
frente a esos vicios que ya trae nuestra manera de gestionar lo
público.
La cooptación es una de las
estrategias empleadas por las clases dominantes para alcanzar los
consensos que se requieren a nivel del colectivo. En ese sentido, los
lÃderes comunitarios que comienzan a trabajar para el estado se ven ante
la encrucijada de defender los intereses de sus comunidades y los de su
empleador. No es extraño ver esa situación en el caso de Bogotá, donde
se ha desarrollado una gran institucionalidad participativa involucrando
liderazgos comunitarios que antes ejercÃan su actividad al margen de la
esfera estatal con relativo reconocimiento entre sus comunidades.
Intelectuales (planificadores) orgánicos
Frente a la dictadura que podÃa ser
establecida por los comunistas en la Unión Soviética a nombre del
proletariado, Gramsci señalaba los riesgos que se corrÃan dejando el
poder en manos del partido y de una clase directamente beneficiara de
él, pues podÃan perpetuarse en el poder y nunca acabar con el estado.
Uno de los argumentos que justificaban esa transición según los
intelectuales del partido era que los sectores proletarios carecÃan de
intelectuales que les guiaran en ese proceso. Por tanto ellos debÃan
asumir esa dirección. Asà pues, intelectuales surgidos en la clase
burguesa dirigieron las revueltas proletarias. Frente a esa situación
Gramsci proponÃa la formación de un tipo de intelectual que surgiera
entre la clase operaria y no fuese cooptado por las clases dominantes.
Su tarea serÃa la de construir con sus comunidades otra ideologÃa que
pudiera ser contrahegemónica.
Retomando de nuevo el caso de Bogotá, es preciso
recordar que no cualquiera puede trabajar en el estado. Asà pues, los
profesionales que han surgido en los barrios populares y que cumplen con
el doble requisito de formación académica y trabajo comunitario son
altamente valorados por el estado que se siente incomunicado para
adelantar sus procesos de planeación participativa. Con la salida de
estos profesionales del campo comunitario se pierde una enorme
posibilidad de procesos independientes. No obstante, es justo decir que
muchos consideran que su entrada al aparato burocrático puede ayudar
desde adentro de la institucionalidad y otros más pueden sencillamente
utilizar su trabajo comunitario como plataforma para mejorar sus
condiciones laborales sin considerar ningún conflicto al asumir ese
nuevo papel.
Con todo y esta variedad de
situaciones, podemos agregar que al igual que sucedÃa en el contexto de
análisis de Gramsci, esa cooptación permite que finalmente quienes han
ejercido el poder, logren conservarlo sin mayores amenazas en la medida
que controlan los posibles liderazgos que van surgiendo desde los grupos
históricamente excluidos. Cualquier intento de desacato fácilmente
lleva a la sustitución del planificador por otro técnico mientras que la
generación de un nuevo lÃder comunitario puede tardar mucho tiempo.
¿Ante ese panorama que hacer? No solo
se vive la amenaza fÃsica por parte de los actores del conflicto armado,
sino que ahora el reconocimiento estatal también limita el accionar de
estos lÃderes. Ni hablar de la corrupción o el clientelismo que han
sabido acomodarse a esta nueva forma de gestión para seguir apropiando
indebidamente las rentas públicas.
Un intelectual orgánico, surgido en
los barrios populares o en la vereda campesina debe ante todo conocer
muy bien el lenguaje técnico de la planificación. Es necesario para
poder manejar un mismo nivel de interlocución, pero debe tener la
capacidad para traducir los contenidos y las demandas de sus comunidades
en ese esquema. Este lÃder hace las veces de un traductor intentando
colocar cada pieza del rompecabezas en las fases técnicas del proceso
participativo. Las experiencias muestran que es muy difÃcil cuando esos
planificadores son externos a las comunidades, pues hay una mirada
diferente y un proceso de reinterpretación que a menudo es incompatible
con lo que realmente se dijo. Cuando el profesional se va, las
comunidades vuelven a quedar aisladas y se pierde de horizonte la fase
posterior al ejercicio participativo. Esa situación puede cambiar cuando
ese planificador sigue viviendo con las comunidades y eso es más fácil
cuando ese personaje es también residente.
Pero la salida del barrio o del
municipio es una opción válida incluso para los lÃderes comunitarios.
Dado ese capital social, intelectual o humano se diferencian del resto
de la población y al estar en contacto con las clases medias o altas
pueden fijar un estándar de vida que intente emular esos estilos de vida
consumistas. Ello sucede independiente del partido polÃtico y es asÃ
como esos liderazgos en plena vÃa de ascenso social terminan jugando el
rol de una nueva clase media con intereses particulares a defender y que
son validados positivamente por la sociedad. Se recomienda que en la
medida de lo posible quienes puedan hacerlo, salgan de los barrios
pobres, dejando atrás a quienes son percibidos como perdedores,
fracasados o como una amenaza. El resultado final es una comunidad sin
liderazgos y unos lÃderes desclasados que a pesar de hablar de sus
comunidades cada vez están más lejos de ellas. Vivir la cotidianidad del
barrio es fundamental aunque casi nadie presta atención a ese factor,
compartir el dÃa a dÃa es vital para sostener las redes y quienes se van
tarde o temprano serán extraños a lo que acontece allÃ.
Finalmente…
Ya podemos imaginar la recomendación
que surge a partir de estas reflexiones. Para un intelectual orgánico,
para un planificador surgido desde los barrios populares o las veredas
campesinas, será fundamental su permanencia en el territorio en el cual
ha surgido. Sus posibilidades de ascenso social y/o económico pueden
ayudar a valorizar sus territorios en la medida en que promueve la
heterogeneidad social y no ese aislamiento de los pobres en su propio
lugar de residencia. Si finalmente su interés personal es más fuerte que
el de la colectividad y quiere salir, puede hacerlo, pero asumiendo el
costo de perder representatividad en ese espacio. Tal vez logre
consolidarse e ingresar a formar parte de las clases medias pero
difÃcilmente contribuirá a mejorar las condiciones de los excluidos pues
la posición de cada actor es vital en este juego de representaciones.
Si algo ha sido constante en la historia de la
planeación territorial, es que los sectores de menores ingresos siempre
han tenido que vivir sin voz. Ahora que se les invita a hablar, se les
entrega un libreto pre-elaborado y cuando tienen la posibilidad de que
un lÃder ayude en la realización de una contra propuesta, la historia
termina teniendo el mismo final. Existen quienes proponen crear espacios
ajenos al propuesto por el estado, esa es una salida, otros rechazan
utilizar el mismo lenguaje técnico de la planeación y finalmente
estarÃan quienes seguirÃan considerando que estar dentro del estado es
una oportunidad para cambiar la realidad de desigualdad que nos
caracteriza.
Cada lÃder comunitario debe realizar
constantemente un ejercicio de auto-critica, de auto-reflexión que le
lleve a revisar cuáles son sus objetivos, sus metas. La movilidad
residencial, el cambio de barrio se ha convertido en un elemento
importante para validarnos socialmente. Salir del barrio popular para el
conjunto residencial demuestra que somos exitosos y que dejamos atrás
la pobreza para pretender ser reconocidos por quienes están encima ¿Pero
es eso finalmente lo que se busca? ¿La estrategia del liderazgo
finalmente va hacia allá?
Existen muchos motivos para explicar
los cambios residenciales, pero dejándolos a un lado y centrándonos en
el factor de prestigio que confiere la ubicación espacial, debemos
cuestionar entonces esos liderazgos que se valen del discurso de lo
popular para saltar hacia una clase media consumista. Es una
inconsecuencia de primer grado presente en grupos de derecha como de
izquierda. Si algo puede ayudar a pensar en un intelectual orgánico ha
de ser en un fortalecimiento aún mayor con el barrio de quienes se dicen
trabajar por él. Serán los primeros en promover que quienes mejoren
socialmente se queden y contribuyan para que ese lugar mantenga la
vitalidad necesaria y en el caso que la relación con el estado sea
estéril, promover aquellas iniciativas independientes que ayuden a
construir unidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario